Algún dia mi sobrinito Gregorio va a perdonarme por los experimentos que hago con él.
Como impresionante califico yo el comportamiento humano, evidenciado en los juegos infantiles (de los niños).
Yo con mi sobrino, creo un escenario ficticio en el que nuestras cobijas son una especie de nave espacial en la que viajamos rumbo a ciertas misiones por el espacio sideral en busca de ciertas especies terrestres que están atrapadas en planetas lejanos, retenidas por tiranos sin algún fin diferente al de infligir sufrimiento (¡bastante real! ¿eh?), en uno de tantos hay unos perros a la espera de ser liberados (los niños adoran los perros).
De regreso a la tierra (cada uno en su nave-cobija), liberamos a los perros, caballos y decidimos adoptar unos cuantos canes (hay grandes y cachorros)
Lo cierto es que el escenario creado, parece a veces no querer desaparecer de la vida de mi sobrinito, por lo que a cada oportunidad (cuando me ve llegar en el carro, o si voy entrando al baño) me recuerda que hay que vacunar a los perros, o cuando sale para el kinder, me encarga su preciosa jauría, para que no olvide alimentarlos.
Esta mañana simulé tener entre mis brazos un pequeño y precioso cachorrito, Gregorio dijo que muchos habían entrado a su nave, por lo que estaba satisfecho, a lo que yo recalqué que el pequeñito estaba en mis brazos y no quería apartarse, mi sobrino insistía, pero yo seguía firme, fue cuando el juego parecía estar llegando a su fin, en el momento que salió llorando para donde su madre a acusarme porque yo no quería liberar a su apreciado perrito.
Dicen los sabios de la Torá que es rico quien es feliz con lo que tiene.
O sea que yo al mantener sin un duro, vendría siendo muy rico, pero ahí está el problema, con tanto rico como yo y tantos pobres hacendados, la envidia se torna rampante, se hace muy difícil presumir con cada bocanada de aire que me doy cada segundo, porque vienen y me la quitan. Ya me preguntaba yo por qué tanta gente se queja hoy en día, es que no tienen de otra, no vaya a ser que nos resulten cobrando la exposición matutina al sol.
Lo que nos da Hashem a todos, no se compara con nada mensurable, solo que caer en la cuenta resulta ser para muchos, tarea de toda una vida.
miércoles, 25 de julio de 2012
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