Cuando pensamos en Dolor, inmediatamente nos remitimos a situaciones extremas, donde en nuestra alma y nuestro cuerpo sentimos una terrible sensación de pesar.
Hablamos de sufrimiento como si entendiéramos toda su esencia, es más, como algo en definitiva, malo.
Todos en la vida sufrimos en algún momento, y me atrevería a afirmar que el dolor está presente en casi cada instante de nuestra existencia. Ahora bien, poco sabemos de nuestra procedencia y de nuestro destino. Siendo así: ¿Para qué o por qué este sentimiento tiende a acompañar casi cada instante de nuestra vida, en una u otra forma, con mayor o menor intensidad para algunos?
Si aceptamos que fuimos creados con un propósito, el de refinar nuestro carácter, y acercarnos a la fuente de todo lo existente y lo no existente, tal como afirman los sabios ¿No cambiaría nuestra forma de asumir nuestro destino, nuestro "yugo"?
Acaso no es tanta bendición esa carga que EL nos da, de forma que nuestro alma, nuestra esencia se pula para ser dignos de EL?
De cierta forma, la pena, el dolor, es la materia prima de las almas, está ahí, para movernos, para recordarnos quienes somos, para regalarnos ese don preciado de la humildad, y también nos obliga a acercarnos a los demás, para reconocer en ellos, a nosotros mismos.
Últimamente me he hecho una pregunta que resulta algo incómoda, sobre todo con los valores cambiados que presenta Occidente.
¿Será que en el mundo por venir, cesará el sufrimiento?
¿Será un deseo profundo de cada ser humano, será el de Dios?
No clamo por que cese el dolor, pido por que lo podamos entender.
jueves, 15 de febrero de 2007
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